mercredi 16 juillet 2014

nanoCiencia III

Episodio III: Chispas de Vida

Un nuevo bostezo, un estómago que gruñe, otro bostezo y, bueno, ya sé que tengo hambre. ¡Comida, comida! vocifera el cerebro y me encamino hacia la nevera para ver qué ingredientes hay para preparar la cena. Además de los tomates, la berenjena cortada por la mitad y otras hojas dignas de una dieta de grillo, encuentro un tarro plástico con los restos del almuerzo del día anterior. Son unas lentejas y, para ser honesto, luego de calentarlas, encuentro que su sabor se ha acentuado y adquirido un color más intenso; tan intenso, que ahora al tiempo que escribo estas líneas empiezo a salivar. Comer, comer y saciar el estómago: Bueno, eso es lo que nuestro cerebro nos hace creer.

En realidad, el acto de comer comprende dos eventos esenciales: (1) la digestión y asimilación de nutrientes por parte de nuestro organismo, y (2) el estímulo de ciertos centros de placer en nuestro cerebro que nos llenan la barriga de plácida satisfacción. En esta ocasión, vamos a centrarnos en ciertos aspectos del evento número 1; especialmente, desde un punto de vista subatómico.

La mayoría de los miles de millones de habitantes de este planeta sabe que las apetitosas lentejas de las que hablé antes y que tanto placer produjeron a mi paladar están hechas de moléculas que a su vez están hechas de átomos. Esto es cierto para todo tipo de alimentos; ya sean biológicamente producidos o hechos a punta de mezclas de compuestos sintéticos venidos de un reactor industrial operando en serie. A un nivel más profundo, los átomos que forman los alimentos están constituidos por un núcleo alrededor del cual orbitan, de manera muy particular hay que decirlo, un cierto número de partículas subatómicas llamadas electrones cuya carga eléctrica es negativa y cuya masa es tan pequeña que para los estándares de nuestro mundo comercial es cero. Pero, no se apresuren a sacar conclusiones sobre la importancia de los mini-mini-mini-minúsculos electrones en nuestra vida diaria en comparación con esa nutricionalmente imprudente bandeja paisa y jarra de agua panela (o jugo de frutas o naranyá o frutiño) del almuerzo, porque, de hecho, los ingredientes esenciales de ese grasoso pero sabroso chicharrón son una mezcla de moléculas que nuestro organismo digerirá y transformará en la energía necesaria para seguir funcionando. Y, justo en el centro de todas esas transformaciones energéticas están los subatómicos electrones. Los electrones determinan todo proceso químico que ocurre en nuestro universo. En un sentido un tanto filosófico: la esencia de la vida misma es un flujo de electrones circulando de un ente a otro. Esta última aseveración no debe tomarse a la ligera, porque, lo cierto es que recientes reportes científicos demuestran la existencia de bacterias que, literalmente, se alimentan de electrones.

En el siguiente video publicado por la revista New Scientist en youtube, se puede observar como un grupo de bacterias forma una especie de cable biológico, biocable, conductor de electrones y a través del cual las bacterias pueden conectarse a una fuente de oxígeno; elemento del cual obtienen los electrones de los que se nutren:


Un aspecto interesante del hallazgo es que este tipo de bacterias es muy común en nuestro planeta. Se ha reportado que las bacterias eléctricas están presentes en, por ejemplo, fondos marinos fangosos en los cuales no se encuentra oxígeno disuelto, pero al cual ellas pueden acceder formando biocables de varios centímetros de longitud. Un centímetro para una bacteria es todo un continente, dada la talla micrométrica* de estos seres. Por otro lado, se ha determinado que estos biocables tienen propiedades conductoras similares a las de un cable normal; como, por ejemplo, los que sirven para conectar el computador en el que ustedes están leyendo este nuevo rebuzno. Pero, quizá el aspecto más excitante de este hallazgo es que provee una perspectiva nueva sobre la chispa de la vida. La idea que la electricidad, un flujo de electrones, puede devolver la vida a un difunto fue eternizada en nuestro imaginario gracias a la novela Frankenstein de Mary Shelley. En el caso de las bacterias eléctricas esto es completamente cierto pues su dieta electrónica les da chispa a su vida.

...¡Hora de cenar!

@vigabalme

*Una micra = una millonésima de metro.

Referencias

http://www.newscientist.com/article/dn25894-meet-the-electric-life-forms-that-live-on-pure-energy.html?page=2#.U8a3PvmSwRo

http://www.newscientist.com/article/mg22329781.600-spark-of-life-revisited-thanks-to-electric-bacteria.html#.U8a7G_mSwRo









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