Esa noche, desesperado con mi respiración de acordeón desvencijado y mis ojos como brasas de carbón, acudí a la clínica de Sanitas buscando atención médica. Recuerdo haber llegado sobre las 7 de la noche. Me dirigí a la ventanilla de atención donde me indicaron que esperara para hacerme el "triage". Pasó media hora. Pasó una hora. Pasaron tres horas de resignada espera.
Imagen SEM que muestra al virus del Ébola atacando una célula.
Tomado de: http://www.sciencephoto.com/media/609989/view
El Ébola es una enfermedad atemorizante. Sus síntomas son en extremo dolorosos y el pensar en que éstos incluyen el desarrollo de hemorragias internas y externas es un hilo frío que estrangula la templanza de cualquier persona.
Curiosamente, el agresivo virus del Ébola es tan frágil que no puede sobrevivir más de un día fuera de los fluidos corporales de su víctima. Así, no es posible contagiarse de Ébola al acostarse en una cama donde haya estado un paciente enfermo una vez ésta se haya secado. De la misma manera, viajar en un avión con una persona contagiada no conlleva a una infección automática ya que el virus no se transmite por vía aérea como lo hace la gripe. El Ébola no posee la coraza protectora de otros microorganismos que pueden sobrevivir años sin agua, por ejemplo. Sin embargo, en cuanto a los humanos se refiere, el Ébola acude a un método maquiavélico de supervivencia.
Como lo plantea el Prof. Benjamin Hale (ver aquí su artículo), el Ébola sobrevive depredando nuestra naturaleza humana. En días pasados, el New York Times presentó la desgarradora crónica de una madre liberiana que adquirió la enfermedad y que dió a luz, de manera prematura, a una bebé (ver aquí). El padre había sido tratado por la enfermedad de manera reciente. En la premura del parto, los abuelos llevaron a la madre, quien había estado padeciendo los síntomas del virus desde hace días, a un centro asistencial. Después de tomar las medidas de precaución debidas, el personal médico procedió a inspeccionar el vehículo en que llegaron y encontraron a la madre muerta. Nadie sabía cómo proceder con la bebé quien había sido infectada por el virus. Nadie tocó a la bebé. La confusión reinó.
En los países de África afectados por la epidemia, el Ébola ataca el ya rasgado tejido social a través de la propagación del miedo, la superstición, la impotencia y el dolor psicológico. Liberia, Guinea y Sierra Leona son países ya plagados de guerra, desigualdad social, bajas tasas de educación y pobre infraestructura de atención en salud. Ante tal escenario, el Ébola ha encontrado un nicho a la medida de las debilidades humanas que favorecen su reproducción. En él, se ha expandido de manera exponencial, como nunca antes, en medio de la mirada indiferente inicial de la comunidad internacional.
¿Qué pasaría si llegase el Ébola a Colombia? Es una pregunta razonable dado el inevitable flujo humano propio de nuestra era globalizada. Si como en el caso de mi ataque alérgico y otros millones de casos similares o de mayor gravedad que se presentan a diario en nuestro país, prevalece la indiferencia glacial y descoordinada de nuestro sistema de salud monetarizado, las perspectivas son sombrías. La mejor defensa contra un enemigo como este virus es, de hecho, fortalecer nuestra humanidad misma a través de actos de solidaridad y del abandono del egoísmo, la charlatanería, la superchería y la aceptación de que el bienestar de todos es la llave de nuestra propia tranquilidad y plena felicidad.
@vigabalme
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