A continuación se presenta una traducción del discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos de América después de confirmarse su reelección.
He decidido resaltar, en cursiva, negrilla y color azul, los pasajes que me parecen más ejemplares y de aplicación universal. El discurso de Obama ha sido catalogado como muy "liberal". Yo diría que refleja en varios instantes un modo de ver la vida que pretende que la construcción de una sociedad más humana esté fundamentada en la igualdad, la tolerancia, la solidaridad y el reconocimiento de la individualidad del otro como vehículo de identificación y hermandad. Pero ojo, así como el mismo Obama señala el peligro de seguir quimeras, debo decir que hay que ser consciente que él es el Presidente de EEUU y por tanto defiende los intereses de su nación. Y, segundo, que es fácil escribir discursos bonitos, pero que éstos no dejan de ser más que palabras al viento --como dice el buen tema vallenato de los Hermanos López con la voz de Jorge Oñate (escuchar aquí)--. Sin embargo, las palabras al viento pueden llegar a oídos atentos y las ideas que valen la pena pueden germinar en las manos de seres dispuestos a entregar de sí para construir un mejor futuro.
*******************************************************************************************
Esta noche, más de 200 años después que una antigua
colonia ganara el derecho a decidir su propio destino, la tarea de perfeccionar
nuestra unión da un paso adelante.
Da un paso adelante gracias a ustedes. Da un paso
adelante gracias a que ustedes han reafirmado aquel espíritu que venció a la
guerra y a la gran depresión, aquel espíritu que ha sacado a este país de las
profundidades de la desesperanza y lo ha elevado a las alturas de la esperanza.
La creencia en que al tiempo que cada uno va en búsqueda de sus propios sueños,
seguimos siendo una familia americana, y como familia caemos o nos levantamos
como una sola nación y como un solo pueblo.
Esta noche, en esta elección, Ustedes, el pueblo
Americano, nos recordó que aunque el camino ha sido duro, que aunque nuestro
viaje ha sido largo, nos hemos sabido levantar, hemos luchado por seguir en
pie, y sabemos, en nuestro corazones, que para los Estados Unidos de América,
lo mejor está por venir.
Quiero agradecer a cada Americano que participó en esta
elección. Sea que haya votado por primera vez, o esperado en la fila por mucho
tiempo; ¡por cierto hay que mejorar eso! Sea que haya salido a las calles o
levantado el teléfono, sea que portara el símbolo de Obama o el de Romney, lo
esencial es que hicieron escuchar su voz y esta voz hizo la diferencia.
Acabo de hablar con el gobernador Romney y lo felicité, a él y a Paul Ryan, por su combativa campaña. Puede que nuestra batalla haya
sido ardua, pero eso se debe a nuestro profundo amor hacia el país y a nuestro vivo
interés por su futuro. Desde George hasta Leonore, hasta su hijo Mitt, la
familia Romney ha escogido retribuir a América como servidores públicos. Y este
es un legado que honramos y aplaudimos esta noche. En las semanas a venir,
estaré atento a reunirme con el Gobernador Romney y adelantar discusiones sobre
cómo podemos trabajar juntos para sacar el país adelante.
Quiero agradecer a mi amigo y compañero durante los
pasados cuatro años; el guerrero feliz de América, el mejor vice-presidente que
cualquier presidente desearía tener, Joe Biden.
Y no sería el hombre que soy hoy día sin la mujer que aceptó
casarse conmigo 20 años atrás. Déjenme declarar esto públicamente. Michelle,
nunca te había amado más que ahora. Nunca había estado tan orgulloso como al ver como
el resto de América se enamoró también de su primera dama.
Sasha y Malia quienes ante nuestros ojos siguen
creciendo para convertirse en dos fuertes, inteligentes y hermosas mujeres, tal
como lo es su mamá. ¡Estoy tan orgulloso de ustedes! Pero debo decir que, por
ahora, un perro es quizá suficiente.
Al mejor equipo de campaña y voluntarios en la
historia de la política. Los mejores, los mejores siempre, para algunos de
ustedes esta fue su primera vez, y algunos de ustedes han estado conmigo desde
el comienzo.
Pero todos son familia. Sin importar qué hagan o hacia
dónde vayan de ahora en adelante, siempre llevarán en su memoria la manera en que hicimos
historia. Y tendrán, de por vida, el aprecio de un agradecido presidente.
Gracias por creer siempre en este camino, durante cada cuesta, durante cada
valle. Ustedes me han levantado hoy, y siempre estaré agradecido por todo lo
que han hecho y por todo el empeño que pusieron.
Sé bien que las campañas políticas pueden parecer
insignificantes, incluso tontas. Y que proveen no poco pienso para los cínicos
que argumentan que la política no es más que una competencia de egos o el
dominio de intereses particulares. Pero si alguna vez tienen la oportunidad de
conversar con los asistentes a nuestros mítines o que se amontonaron detrás de
una cuerda en el gimnasio de un colegio, o si acaso notan a aquellos que trabajan
hasta tarde en una oficina de campaña en algún condado minúsculo, lejos de
casa, entonces, descubrirán que la política es algo más.
Escucharán la determinación en la voz de un joven que
a la vez que hace logística tiene que sacar adelante sus estudios secundarios y
que desea asegurar que cada niño goce de la misma oportunidad que él. Sentirán
el orgullo en la voz del voluntario que puede ir de puerta en puerta gracias a
que su hermano ha sido, finalmente, contratado porque la planta de autos local
abrió otro turno.
Escucharán el profundo patriotismo en la voz de la
esposa de un militar que atiende el teléfono hasta tarde en la noche para
asegurar que todo aquel que ha peleado por este país no tenga que batirse de la
misma manera para conseguir un trabajo o un techo a su regreso.
Por eso que lo hacemos. Esto es lo que la política
puede ser. Por eso es que las elecciones importan. No es insignificante, es
enorme. ¡Es importante! La Democracia en un país de 300 millones puede ser
ruidosa, desordenada y complicada. Cada quien tiene su opinión. Cada quien se aferra
a sus creencias. Y cuando pasamos tiempos difícles, y cuando tomamos grandes
decisiones como nación, es natural que se susciten pasiones y controversias.
Nada de eso va a cambiar después de esta noche. Y no debería. Todas las
diferencias que podamos tener son un signo de nuestra libertad, y no podemos
olvidar que al tiempo que estoy dando este discurso, muchos, en naciones
distantes, arriesgan sus vidas, en este preciso momento, para poder darnos la
oportunidad de discutir los asuntos que nos conciernen; la oportunidad de votar
en un día como hoy.
Pero, a pesar de todas nuestras diferencias, la mayoría
compartimos ciertas expectativas para el futuro de América.
Deseamos que nuestros niños crezcan en un país donde
haya acceso a las mejores escuelas y con los mejores maestros. Una nación que
subsista a su legado de líder mundial en tecnología, descubrimientos e
innovación; con todos los buenos empleos y nuevos negocios que de ahí se
derivan.
Deseamos que nuestros hijos vivan en una América libre
del peso de la deuda, que no esté debilitada por sus desigualdades, que no esté
amenazada por el poder destructivo de un planeta recalentado.
Queremos dejar un país que sea seguro, respetado y
admirado por el resto del mundo. Una nación defendida por la fuerza militar más
poderosa del planeta y por las mejores tropas que este mundo haya conocido.
Pero, a la vez, queremos dejar un país que siga más allá de estos tiempos de
guerra firme hacia la construcción de una paz erigida sobre la promesa de la
libertad y la dignidad de cada ser humano.
Creemos en una América generosa, en una América
compasiva, en una América tolerante abierta a los sueños de la hija de un
inmigrante que estudia en nuestras escuelas y que abraza nuestra bandera, al
joven que vive en el sur de Chicago y que visiona una vida más allá de la
esquina más cercana, a los hijos de los obreros de Carolina del Norte que
desean ser doctores o científicos, ingenieros o empresarios, diplomático o
incluso presidente.
Ese es el futuro que anhelamos.
Esa es la vision que compartimos. Ese el camino que
tenemos que seguir en adelante. Hacia allá es que tenemos
que ir.
Ahora bien, habrán desacuerdos, algunas veces francos
desacuerdos, sobre la manera de alcanzar estas metas. Tal como ha sido por más
de dos siglos, el progreso vendrá con ajustes y comienzos. No siempre es una
línea recta. No siempre es un camino fácil. Por sí mismo, el reconocer que
compartimos sueños y esperanzas no bastará para salir del encierro, resolver
nuestros problemas o sustituir el duro trabajo de construir consenso y hacer
los difíciles acuerdos requeridos para avanzar este país.
Pero es en los lazos comunes que debemos comenzar. Nuestra
economía se recupera. Una década de guerra está terminando. Una larga campaña
viene de terminar. Y, sea que hayan votado por mí o no, los he escuchado. He
aprendido de ustedes. Y fueron ustedes quienes me hicieron un mejor presidente.
Y con sus historias y luchas, vuelvo a la Casa Blanca más determinado e
inspirado que nunca para el trabajo por hacer y para el futuro que nos espera.
Esta noche, como siempre, han votado por acciones, no
por políticas. Nos eligieron para que nos concentremos en sus trabajos, no en
los nuestros.
Y, en las semanas y meses que vienen, buscaré la forma
de alcanzar y trabajar con líderes de ambos partidos para afrontar los retos
que solo podemos resolver juntos: reducir el déficit, reformar nuestra
legislación tributaria, arreglar nuestro sistema de inmigración, liberarnos del
petróleo extranjero. Tenemos más trabajo por hacer.
Pero
esto no significa que el trabajo de ustedes está hecho. El papel del ciudadano en nuestra democracia no
termina con el voto. América nunca ha sido sobre lo que pueden hacer por uno,
sino acerca de lo que podemos hacer por nosotros juntos, a través del duro y
frustrante pero necesario trabajo del “auto-gobierno”. Sobre este principio se
fundó nuestra nación.
Este país posee más riqueza que cualquier otro, pero
no es eso lo que nos hace ricos. Tenemos las fuerzas militares más poderosas de
la historia, pero no es eso lo que nos hace fuertes. Nuestra universidad,
nuestra cultura son la envidia del mundo, pero eso no es lo que hace que sigan
llegando a nuestras costas. Lo que hace a América excepcional son los lazos que
unen a la nación más heterogénea de la Tierra, la creencia de que compartimos
un destino, de que este país solo funciona cuando aceptamos ciertas
obligaciones para con el otro y para con las futuras generaciones, de modo que
la libertad por la cual muchos Americanos han peleado y muerto viene tanto con
responsabilidades como con derechos; y entre ellos están: amor, caridad, deber
y patriotismo. Esto es lo que hace grande a América.
Estoy lleno de esperanza porque he visto ese espíritu
en América esta noche. Lo he visto en los negocios familiares cuyos dueños
prefieren rebajar sus sueldos en lugar de despedir a sus vecinos y en los
trabajadores que prefieren recortar sus horas antes que ver a su amigo perder
el trabajo. Lo he visto en los soldados que vuelven a enlistarse después de
haber perdido un miembro y en aquellos SEALs que enfrentan unas escaleras
oscuras y peligrosas porque saben que uno de sus amigos le cubre las espaldas.
Lo he visto en las costas de New Jersey & New York donde los líderes de
cada partido e instancias del gobierno han sabido dejar a un lado sus
diferencias para ayudar a reconstruir a una comunidad de los destrozos de una
terrible tormenta.
Y justo lo ví el otro día en Mentor, Ohio, donde un
padre contaba la historia de la larga batalla de su hija de 8 años contra la
leucemia, la cual le había costado todo lo que poseían sino hubiera sido por la
reforma a la salud que pasó justo unos meses antes que la compañía aseguradora
dejara de cubrir sus gastos. No solo tuve la oportunidad de hablar con el padre
sino que también conocí a su increíble hija. Y cuando le contó él su historia a
la asamblea allí reunida, cada padre presente tenía lágrimas en sus ojos porque
sabíamos que podía ser nuestra propia hija.
Y sé que cada Americano quiere un futuro tan brillante
como éste. Esto es lo que somos. Esa es la nación que me enorgullece liderar
como presidente.
Y esta noche, a pesar de las penurias que hemos
atravesado, a pesar de todas las frustraciones de Washington, nunca había
estado tan esperanzado en nuestro futuro. Nunca había tenido tantas esperanzas
en América. Y les pido que mantengan esa esperanza.
No hablo de un optimismo ciego, aquel tipo de
esperanza que ignora la enormidad de las tareas a realizar o los obstáculos que
se interponen en el camino. No hablo de aquellas quimeras que nos dejan
dar el paso al costado o evadir la batalla. Siempre he pensado que la esperanza es
aquella cosa terca en nuestro interior que insiste en que, a pesar de toda la
evidencia en contra, algo mejor nos espera mientras tengamos el coraje de
seguir intentando, de seguir trabajando, de seguir luchando.
Gracias.
Gracias. Muchas gracias.
América, creo que podemos construir con base en el
progreso que hemos alcanzado y seguir luchando para generar nuevos empleos y
oportunidades y nuevas garantías para la clase media. Creo que podemos mantener
la promesa de nuestra fundación (como nación), la idea de que si se está
dispuesto a trabajar duro, no importa ni quien seas ni de dónde vengas, o cuál es
tu apariencia física o el lugar que ames. No importa si eres negro o blanco o hispano
o asiático o nativo americano (indígena) o joven o viejo o rico o pobre, apto o
discapacitado, gay o heterosexual. Puedes triunfar en
América si estás dispuesto a intentarlo.
Creo que podemos alcanzar juntos este futuro porque no
estamos tan dividos como nuestra política sugiere. No somos tan cínicos como
los críticos creen. Somos más grandes que la suma de nuestras ambiciones
individuales y seguimos siendo más que una colección de estados rojos y azules.
Somos y
seremos siempre los Estados Unidos de América.
Y juntos, y con su ayuda y la gracia de Dios, seguiremos nuestro viaje y
le recordaremos al mundo la razón por la cual vivimos en la nación más grande
de la tierra. Gracias América. Dios los bendiga. Dios bendiga estos Estados
Unidos.
********************************************************************************
Fuente original en inglés: New York Times (aquí)